Imponente se alzaba al cielo,
de los más altos, el primero.
Aún conservo tu imagen, Pitanguero,
con tu fruta apetecida por mi abuelo,
que con esmero ponía en su caña.
Aún tengo tu gusto, pitanga mora...
testigo fuiste de historias de hechiceros,
brujas, piratas y hombres aventureros,
que entre tus ramas entretenían las horas,
con juegos infantiles que hoy se extrañan.
Aún veo los misteriosos laberintos,
que estimulaban los cuentos y juegos,
pero con dolor recuerdo el fuego,
cuando pretextando progreso...por instinto,
mi padre incendió tu tupido ramaje.
Todavía resuenan en mi los hachazos,
sobre el calcinado y torcido tronco...
aún escucho a mi hermano, de tanto gritar, ronco,
pidiendo clemencia para el árbol, que a pedazos,
dejó el lugar para el nuevo obraje.
SILDAGO
de los más altos, el primero.
Aún conservo tu imagen, Pitanguero,
con tu fruta apetecida por mi abuelo,
que con esmero ponía en su caña.
Aún tengo tu gusto, pitanga mora...
testigo fuiste de historias de hechiceros,
brujas, piratas y hombres aventureros,
que entre tus ramas entretenían las horas,
con juegos infantiles que hoy se extrañan.
Aún veo los misteriosos laberintos,
que estimulaban los cuentos y juegos,
pero con dolor recuerdo el fuego,
cuando pretextando progreso...por instinto,
mi padre incendió tu tupido ramaje.
Todavía resuenan en mi los hachazos,
sobre el calcinado y torcido tronco...
aún escucho a mi hermano, de tanto gritar, ronco,
pidiendo clemencia para el árbol, que a pedazos,
dejó el lugar para el nuevo obraje.
SILDAGO
es imponente este poema me llega muy de cerca.
ResponderEliminarun abrazo.
Gracias por reaparecer Sandra y por tu comentario...
ResponderEliminar