DE LOCOS...UN POCO.

Si lográramos ser totalmente cuerdos,
completamente racionales...
¿seríamos más sabios, más inteligentes,
más felices, más normales?
O por el contrario...
¿no seríamos demasiado transparentes,
sin imaginación y predecibles?...
A veces un poco de ignorancia y de locura
nos hace más humanos y más creibles...

Datos personales

Mi foto
Soy uruguayo, oriundo de Bella Unión, Artigas, tengo 53 años, estoy casado y tengo dos hijas.

Las Estrellas que alumbran mis noches sin luna...

jueves, 20 de agosto de 2009

EL ALJIBE

El pueblito se desperezaba todas las mañanas, salpicando de casitas humildes el paisaje somnoliento de la campiña artiguense.
Era un típico pueblito del interior, que se había ido nutriendo de gente esforzada y trabajadora, que, de a poco, habían ido construyendo sus ranchitos de barro y paja, con la entrada principal que daba directamente a la cocina, donde por lo general, ardían los leños traídos a lomo de mula del cercano monte.
Casi todos los ranchos tenían dos dormitorios, uno para los hijos, y el otro, casi siempre al fondo, más amplio, con ventana a los pies de la cama, era el del matrimonio dueño de casa.
Como durante gran parte del día la actividad hogareña se desarrollaba en la cocina, gozaba ésta de más esmero y refinamiento en su ornamentación. Existían más muebles, como ser un armario lustrado (que casi nunca lograba disimular el paso de los años) y que, por lo general era destinado a guardar los utensilios de uso diario. Pero en casi todos los ranchitos, había también un segundo armario, éste si, mas joven en años, el que guardaba celosamente, aquellos útiles de cocina que veían la luz solamente en ocaciones especiales.
También en la cocina, pero encima de una repisa casera, descansaban, casi siempre desordenados, aquellos adornos regalados por familiares y amigos. Todo esto, le daba a la cocina de las casitas un sentimiento de íntimo calor hogareño, por más que la pobreza se evidenciara en los pisos de tierra, barridos hasta el cansancio.
Los ranchitos del pueblo estaban disceminados desordenadamente en un radio de nueve o diez manzanas, y esto era así, gracias al capricho de la naturaleza, que había desperdigado por todos lados, rocas enormes, que incluso ocultaban a un hombre a caballo.
Por ese motivo los primeros pobladores lo habían bautizado "Pueblo de las Piedras".
El ranchito de los Viera, como todos los demás, tenían a un costado un aljibe, con un brocal bajo, y en partes semiderruído. A los costados del aljibe, y en puntos opuestos, clavados en el suelo, dos troncos en forma de columnas, con otro tronco más fino colocado en formas horizontal sobre los primeros, y en éste un roldana de la que pendía una cadena herrumbrosa y chillona con un balde de lata en su extremo y que constituían la forma cuasi primitiva de sacar agua del pozo, tanto para beber como para toda otra necesidad. En realidad, la roldana, cadena y balde estaban allí para los días de sequía en que el pozo mermaba su caudal, por que habitualmente el agua se encontraba prácticamente a ras del suelo, y merced al trabajo incesante de varias ranas que allí habitaban, el agua además de fresca era límpida.
Los hijos de los Viera, se fueron casando uno tras otro y a todos los fue tragando la tierra y la distancia, y, como lógica consecuencia a los viejos Viera se les fue apagando la vida.
Don Viera ya no cabalgaba erguido y orgulloso como antes, cuando a lomo de caballo devoraba con sol o lluvia los ocho kilómetros que lo separaban, del aserradero que lo cobijara como obrero durante gran parte de su vida.
La Sra.Viera en cambio, resistiéndose a mantenerse alejda de sus hijos, se escapaba dos por tres a las ciudades distantes, en busca, más que nada, de sus nietos.
En esos días de ausencia, -que a Don Viera le parecían siglos- sufría en silencio su soledad, sin quejarse, como hombre de campo, introvertido y silencioso que era.
Pero un día la Sra. Viera regresó de la ciudad con un nieto de cinco años, que , pícaro y callado, parecía tener en su sangre el mismo amor que su abuelo, por las cosas simples del campo.
Don Viera pareció rejuvenecer. Sus vecinos lo veían cabalgar a diario con su nieto a grupas y al caer la noche, abuelo y nieto se reunían en la cocina, frente al fuego de la estufa y allí el niño permanecía expectante, mientras duraban las historias narradas por su abuelo, que, con sabiduría de viejo inventaba, dándole cariz de reales.
Lo único que no habían logrado con Rafael, era que respetara la siesta. Criado en la ciudad, donde los horarios de trabajo, no le permitían a sus padres ese descanso, Rafael ahora allí, donde sus abuelos religiosamente dormían, aprovechaba para divertirse a sus anchas y además no tenía ahora que obedecer y aceptar los juegos impuestos por sus hermanos mayores. Se sentía ahora como el arquitecto de sus propios juegos y aventuras. Construía refugios en los árboles, trepaba como un mono a las enormes rocas que emergían del suelo y se subía al imponente ombú que cobijaba con su sombra al aljibe.
El aljibe !!!...pensó una tarde Rafael y como quien hace el descubrimiento de algo secreto y misterioso, se acercó despacio al pozo...
Casi podía tocar el agua. De hecho, con estirar la mano, lo lograría. Primero lo meditó y luego lo hizo. Al principio con temor, luego con decisión. Pero al momento, su rostro feliz, había desaparecido como por encanto de aquel espejo mágico, al igual que la copa del ombú que antes, imperturbable, lo observaba detrás.
No sabía exactamente que había sucedido.
Su pequeño dedo, al contacto con el agua, había formado continuos círculos concéntricos que se alejaban cada vez más de su centro, hasta cubrir totalmente la superficie y chocar contra la parte interior del brocal del pozo.
Asombrado, Rafael había retirado rápidamente su mano, permitiendo que, poco a poco, su rostro y detrás el árbol, regresaran al espejo del aljibe.
Allí pasaba el niño las horas de la siesta, jugando con pedazitos de madera que hacía navegar de punta a punta, imaginándose a si mismo un rey, protagonista de fantásticas aventuras.
Incluso, una vez había hecho tripular uno de sus barcos, a una desprevenida hormiga, diversión ésta que había durado toda una siesta, hasta que la hormiga pudo desembarcar, luego que la nave, mojada y maltrecha encallara contra uno de los costados del brocal.
También mantenía Rafael frecuentes y secretas charlas con el agua, la que le respondía con su idioma de silencio.
Todo divertía al niño, pero quizás lo que más le agradaba, era verse reflejado él y su amigo el árbol en las quietas aguas. De esa manera improvisaba verdaderas representaciones teatrales, ayudándose con variadas y jocosas morisquetas, que el agua le devolvía con precisión admirable.
Cuando Rafael descubrió un día, que al hablar con su carita metida dentro del aljibe, su voz le era devuelta repetida varias veces, hasta perderse en la lejanía, ya no tuvo dudas, el pozo encerraba allí dentro, en su profundidad, una vida propia y quien sabe cuantos secretos y maravillas.
Había llegado a tanto su devoción por el aljibe y su amiga el agua, que sin ellos ,los demás juegos habían perdido su encanto.
Al enterarse Rafael que ya terminaban sus vacaciones, a duras penas aguantó hasta la hora de la siesta, y ni bien pudo corrió a contarle a sus amigos la tristeza que sentía.
Parecía que el agua se convulsionaba lastimosamente con cada lágrima que el niño derramaba.
Finalmente, llegó la hora de la partida yt mientras sus abuelos se confundían en idas y venidas preparando el viaje, Rafael se acercó al aljibe y apretando entre sus manitos los barcos que aún le quedaban, empezó a despedirse...fue entonces que le pareció oir una débil voz...enjugó sus lágrimas con su puño derecho y acercó todo lo que pudo su carita al agua...ahí si escuchó claramente que su amiga, le decía:
-llévame contigo por favor...
Rafael, meditó un segundo, y después, en un susurro, le contestó:
-No puedo llevarte...pero podemos estar juntos...

......................................................
En los días de viento, los vecinos de la tapera de los Viera, aseguran que desde el ombú se escucha: "juntos... juntos... juntos...."

SILDAGO



2 comentarios:

  1. Hola Dany, gracias por tu llamado de atencion, pero te pido disculpas por no haberte comentado El aljibe, lo habia leido una vez, pero queria volver a hacerlo. Hermoso cuento, muy grafico, y tan real q hasta llegue a escuchar la chillona roldana con su viejo balde y las lagrimas de Rafael, al despedirse ....y q cierta su respuesta :no puedo llevarte ...pero podemos estar juntos..., eso es asi, la distancia no es motivo de separacion si a quien-o lo que- queremos lo llevamos en el corazon.- te quiero primito, no se me fue el fanatismo, bsos

    ResponderEliminar
  2. Gracias primita...tenerte en mis comentarios o en mi correo de vez en cuando, o yo cuando comento tus fotos, son las maneras de " estar juntos...juntos...juntos " besos a todos...Dany

    ResponderEliminar